Sí, los filtros de Instagram pueden ser divertidos, siempre y cuando no se conviertan en un disfraz que oculte nuestro verdadero físico, por miedo a ser rechazadas. ¿Te suena?
Texto por Dulce Villaseñor
Todo empezó con los filtros de Snapchat, en 2011 (es decir, hace ya 10 años). Parecía un juego hacer los ojos más grandes o la boca más voluptuosa, e incluso era divertido intercambiar caras alguien más o descubrir cómo nos veríamos de viejos. De hecho, la misma social influencer Kylie Jenner, decidió hacer uso de esta tecnología y crear los propios filtros de su firma Kylie Cosmetics, con la meta de ‘embellecernos’, como el filtro (aún disponible), llamado ‘Stormy Butterfly’, que además de hacer volar un trío de mariposas deja la piel impoluta ante la lente de la cámara.
¿Entretenido? Sin duda, ¿peligroso para la autoestima? También, puede ser. Actualmente, más de mil millones de personas utilizan los filtros de Instagram y Facebook en todo el mundo, y con los confinamientos derivados de la pandemia, tomar selfies en los ratos libres han hechos de estas herramientas algo cada vez más común. Eso sin contar Facetune, la app de filtros de belleza por excelencia.
Y así, navegamos en Instagram durante, por lo menos, una hora al día (según el Estudio Anual de Redes Sociales 2018 de España), sin darnos cuenta de todo lo que nuestro cerebro registra: fotografías de celebridades e influencers con labios voluptuosos, pómulos marcados y las pestañas más rizadas que la ya antaña ratona Minnie. En este mundo mágico virtual, el paraíso estético existe: nadie tiene rosácea, el acné es un asunto del pasado y las ojeras son una leyenda urbana.
Y ni qué decir del cuerpo. Prácticamente todo mundo puede lucir más delgado, con más glúteos y sin estría alguna gracias a estos filtros, que nos venden la posibilidad de ser alguien que, sin embargo, no somos.
¿Cuál es tu cara de Instagram?
Jenny Lizette Cruz Nava, psicóloga social de Elige ser feliz, señala que en las redes sociales encontramos una amplia difusión de estereotipos, los cuales crean diversas expectativas en los usuarios. “Éstas pueden generar en algunos motivación, y llevarlos a alcanzar metas y cumplir sus propias expectativas, mientras que en otros se puede generar un sentimiento de insatisfacción debido a que pueden verlo como irreal e inalcanzable”, expresa.
Para la especialista, el uso de filtros ha distorsionado la percepción de cómo debemos vernos al grado de buscar la perfección estética. “Algunas personas pueden tener conductas obsesivas que generan un impacto negativo en la autoestima. Esto desencadena trastornos de la imagen corporal y obviamente pondría en riesgo la salud física y mental”, asegura Cruz.

Lo bueno: también está de moda ser real
Por fortuna, cada vez hay más cuentas en Instagram de personas con cuerpos y pieles reales, que buscan demostrar que la belleza es relativa y que cada uno de nosotros podemos ser más felices si nos mostramos tal y como somos, sin filtros y sin miedo a la crítica externa. A estas cuentas se le llaman ‘body positive’, y son un oasis de realidad en medio de tanta imagen retocada. Por ejemplo, la blogger inglesa Kadeeja Sel Khan (@emeraldxbeauty) busca “traer la verdad a las redes sociales” con sus selfies en las que su problema de acné es, orgullosamente, el protagonista. Su cuenta tiene casi 400 mil seguidores.
todo se trata del equilibrio, perspectiva y reflexión. No está mal jugar con los filtros y de vez en cuando, ayudarnos con uno que nos haga ver menos cansadas en esa selfie que no salió como esperábamos. Sin embargo, mientras más comprendamos que gran parte de esas imágenes perfectas que influencers y celebridades publican son irreales, más podremos liberarnos de las trampas de las redes sociales, que a veces lo único que hacen es lastimar a la persona que más debemos cuidar: a nosotras mismas.

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