Esa parte del cuerpo que como a Sansón, nos da poder o nos lo quita, que nos hace sentir bellas o bien nos causa complejos; ese elemento que, además, ha sido parte central de las obras de arte más importantes de la historia.
“Algunos de los peores errores que he cometido en mi vida han sido cortes de pelo”, dijo alguna vez el recordado vocalista de The Doors, Jim Morrison. Y vaya que lo entendemos. Nada como volver del salón con un look que para nada era el que soñábamos, y entonces nos vemos en la obligación de hallar, casi de manera matemática, la mejor forma de disimularlo y de sentirnos seguras mientras los mechones perdidos crecen de nuevo.
Sin embargo, más allá del pelo como una cuestión de estilo propio, puede también ser un indicio de la época en la que nos encontramos o, en el caso de los artistas, de ciertos simbolismos que buscan plantear en su obra, desde detalles sutiles como el recogido del mismo, hasta cortes impensables para los tiempos en los que su trabajo era llevado a cabo.
Y también, ¿por qué no? Una melena puede formar parte no solo de la obra plástica, sino del estilo personal de un artista. Como no mencionar, entonces, a Yayoi Kusama, artista contemporánea japonesa cuyo ‘bob’ rojo vibrante la ha hecho popular a nivel internacional incluso más que sus instalaciones psicodélicas que llevan a un viaje interior.
Tampoco es posible olvidar el singular corte de Andy Warhol, que en realidad era un peluquín, y que funcionó para ir de la mano de su obra pop. Orlan, la artista francesa que realiza happenings quirúrgicos al realizarse cirugías plásticas en vivo, también sostiene desde hace décadas un estilo de peinado muy particular, con altura voluminosa y tinte bicolor.
A continuación, compartimos algunas obras de arte icónicas, en donde el pelo tiene un papel muy especial.
Texto por: Dulce Villaseñor
1484-86
El nacimiento de Venus, Sandro Botticelli
Sin duda es uno de los cuadros más representativos del renacimiento italiano, y lo que más destaca son los mechones extra largos y dorados de la protagonista, mismos con los cuales cubre su cuerpo. Dicho look ha sido retomado decenas de veces en la actualidad; desde en la portada del álbum Artpop, de Lady Gaga (diseñada por Jeff Koons), hasta por el fotógrafo David Lachapelle, quien hizo su propia versión en 2011.
1503-06
Mona Lisa, Leonardo da Vinci
Actualmente ubicada en el Museo Louvre, es la pintura mejor resguardada que existe, con una sala destinada únicamente para su exhibición. La principal característica del pelo del retrato de Lisa Gherardini, mejor conocida como La Gioconda, es su fineza y delgadez. Pero, ¿a qué se debe? De acuerdo con un estudio de 2004, publicado en la revista Mayo Clinic Proceedings, dicha característica, al igual que la ausencia de cejas y el tono amarillo de la piel, eran señales de que la retratada sufría de hipotiroidismo. La enfermedad era común en el siglo XVI, en que la obra fue realizada, debido a que la dieta italiana de ese entonces carecía de yodo, lo cual provoca problemas de tiroides.
1530 y 1535
Magdalena penitente, Tiziano
Por un encargo del duque de Urbino, Francesco Maria della Rovere, Tiziano pintó la imagen de María Magdalena, discípula de Jesús de Nazaret, a quien se le ve con el pelo totalmente suelto y largo, mismo que sirve para cubrir su cuerpo desnudo, mientras observa al cielo a modo de súplica pero también de devoción. Una imagen fuerte que indudablemente hace ver la fuerza del pelo en el arte de la escuela veneciana, a la que el autor perteneció.

El nacimiento de Venus, Sandro Botticelli

Magdalena penitente, Tiziano

Retrato de Emilie Flöge, Gustav Klimt
1634
Saskia como Flora, Rembrandt
El pintor y grabador neerlandés utilizó muchas veces a su esposa, Saskia, como musa para sus icónicos retratos. En esta obra, ella está caracterizada como Flora, imagen de la diosa de la primavera. De ahí que su melena esté cubierta con flores, con una corona que ahora sería digna de un festival de música. Una obra en donde el gran manejo de la luz de Rembrandt se hace evidente tanto en la cara como en el pelo.
Hacia 1662-64
Margarita Teresa de España, autor desconocido
Debido a su matrimonio con Leopoldo I, la española Margarita fue reina alemana, archiduquesa de Austria y reina de Hungría y de Bohemia. Atractiva y jovial, solía llamar la atención de todo mundo, amaba la música y las fiestas, y nunca se separó de sus tradiciones españolas, entre ellas, la de peinar su larga melena con trenzas, decoradas con moños. Quizá un poco exagerado para nosotras, pero para la época barroca, algo normal.
1886
La lavandera, Toulouse-Lautrec
En 2005, esta obra rompió el récord de la pieza mejor vendida de Toulouse- Lautrec, por la cantidad de 18.6 millones de euros. Este cuadro fue pintado por el artista a sus 23 años, y la protagonista, Carmen Gaudin, era una lavandera que posaba de vez en cuando para él. Aquí, se le ve luego de un duro día de trabajo, y el pelo muestra la clase social humilde a la que pertenecía: cero pretencioso, un chongo suelto y relajado, y sin ningún tipo de accesorio. El de una mujer real que se asoma por la ventana como si afuera se encontraran las respuestas que tanto busca.
1902
Retrato de Emilie Flöge, Gustav Klimt
Una de las musas del simbolista austriaco fue Emilie Flöge, con quien mantuvo una fuerte amistad durante años. Pintó cuatro cuadros de ella, entre ellos éste, que a ella, por cierto, se dice no le gustó. Aquí, la actitud, los colores y la pose de Emilie denotan su profesión: diseñadora de Alta Costura, empoderada para su época y empresaria, el pelo, también estaba adelantado a sus tiempos. Mientras que en 1900 la moda era ‘Gibson girl’, con la melena recogida hacia arriba en un voluminoso y elegante peinado, Emilie lucía el pelo libremente: corto, suelto y chino, y nos encanta.
1928
Retrato de la periodista Sylvia von Harden, Otto Dix
Sylvia von Harden — intelectual de la Alemania de entreguerras— enamoró al pintor Otto Dix gracias a su excéntrico monovestido, manos, nariz y orejas grandes y, sobre todo, por su corte de pelo masculino, que señalaba la tendencia de ese breve periodo antes del nazismo, donde muchos hombres lucían como mujeres y viceversa (a manera de liberación tras la Primera Guerra Mundial). Así, una mujer que fumaba, bebía y leía con un look andrógino quedó inmortalizada por siempre en esta pintura que actualmente se encuentra en el Museo Nacional de Arte Moderno en París.
1940
Autorretrato con collar de espinas, y Autorretrato con pelo corto, Frida Kahlo
Kahlo es una de las pintoras mexicanas más reconocidas gracias a su realismo mágico y, también, a sus autorretratos que la volvieron todo un ícono mundial de feminismo. Fue pintado luego de su divorcio con Diego Rivera, y tiene detalles que revelan su dolor, como el collar que se le clava en el cuello con un colibrí muerto. Pero también, en la pintura se oculta la esperanza, adivinemos dónde: en el pelo, que además de estar trenzado con listones y de modo tradicional oaxaqueño para rendir tributo a México —y que continúa vigente hoy día—, cuenta con un par de mariposas, símbolos comunes de esperanza y renacimiento. Ese mismo año, en 1940, Frida pintó Autorretrato con pelo corto, donde rechaza por completo el concepto de feminidad al mostrarse a sí misma rodeada de mechones, con el pelo corto y las tijeras en la mano, dejando entrever que fue ella misma quien se despojó de su larga cabellera. La obra contiene la frase «Mira que si te quise, fue por el pelo, ahora que estás pelona ya no te quiero». Muchas hemos estado en ese mismo lugar, cuando nos han roto el corazón y lo primero que hacemos, a manera de catarsis, es cortarnos el pelo, e intentar dejar atrás a ese amor que tanto nos lastimó.
En resumen, todas hemos sido Frida en algún punto de nuestra vida.

Autorretrato con collar de espinas, Frida Kahlo
1958
Papilla estelar, Remedios Varo
La obra surrealista de Remedios Varo hipnotiza a cualquiera, al tener la capacidad de representar las emociones más profundas e irreconocibles del ser humano y capturarlas de la manera más hermosa posible. Así, nos sumerge en sus sueños, donde podemos ser mitad animales, mitad mujeres, y dedicarnos, incluso, a cuidar a la Luna, como si ésta fuera una cría, y se alimentara de estrellas. Es el caso de esta pintura, hecha a finales de los años cincuenta. Lo interesante: el peinado de la protagonista, de hecho, es muy similar al de la mismísima Varo durante esa época. Se trata de un ‘bob’ con raya en medio, cuyo exagerado volumen estaba sumamente de moda.
1964
Oh, Jeff… I Love You, Too… But…, Roy Lichtenstein
Mujeres que sufren por hombres: ese era uno de los temas favoritos del artista pop neoyorquino Roy Lichtenstein. En ésta, una de sus serigrafías más famosas, muestra a una mujer al teléfono. “Oh, Jeff, te amo también, pero…”, se lee en la ilustración, caracterizada por contar con el estilo tradicional de los cómics, con líneas ultramarcadas y colores vibrantes. La protagonista luce un corte de pelo más acercado a la época de los setenta, con un rubio que hace homenaje al del tono de Marilyn Monroe —y al estereotipo de belleza americana en ese entonces— y un lacio que se olvida de los volúmenes exagerados de los años cincuenta. Quizá Victoria Beckham se inspiró en él décadas más tarde…
2000 – a la fecha
Zanele Muholi
El pelo afroamericano siempre ha generado conversación. Suele ser más grueso y rizado, y sufre de resequedad, por lo que requiere de cuidados especiales. En siglos anteriores, la manera de portarlo servía para indicar desde la religión o el estado civil, hasta si la persona era esclava o ama de llaves. Muchas mujeres han debido ocultarlo debajo de pelucas, pero los tiempos han cambiado, y ahora, el afro es símbolo de libertad, expresión y belleza. Eso es justo la que la activista visual sudafricana Zanele Muholi propone en sus retratos, donde las mujeres que muestra reconstruyen y defienden su identidad afroamericana por medio de sus expresiones, vestimenta y, por supuesto, su hermosa melena.•
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Fotografías: Le Gallerie Degli Uffizi; The Statw Hermitage Museum; Archivo.

Zanele Muholi

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