Nuestra percepción del mundo se basa en un algoritmo. Este crea universos controlados según los gustos, los deseos, los sueños del usuario, mostrando una microcomunidad de personas que tienen todo eso que tú desearías.
La verdad, me encantaría empezar este texto diciendo que dejé las redes sociales por una razón un poquito más ‘honorable’. Decir, por ejemplo, que decidí ir contra el consumismo que nos provocan las redes o que estoy luchando con ese ‘poder’ intangible que controla nuestra percepción del mundo todos los días. Pero la verdad no es esa y no me da pena tampoco decir, que las dejé por razones un poco inmaduras, ya no.
Texto por Nathalia Pavón
Fotografía por L’Beauté
A principios de año, pasé por la peor etapa de una depresión hormonal que nunca había experimentado antes, y estar en Instagram se volvió insoportable, algo que me lastimaba tanto como los pensamientos negativos que ya estaban súper torturándome la cabeza. Así que borré todas mis redes sociales de un día para otro. ¿Por qué? Pues porque soy humana, supongo. Ver a las personas felices me enojaba y me hacía sentir una envidia de esas que carcomen. Ver a decenas de mujeres (cuya belleza no se parece nada a la mía) ser celebradas, me hizo cuestionarme en dónde quedaba yo y si era merecedora de ser ‘seguida’ o recordada. A eso, sumémosle las cientos de miles de cosas promocionadas ‘orgánicamente’ que podría tener y que le darían un like inmediato a mi vida virtual, pero que no puedo costear. En fin, todo eso que no eres y no tienes: limón ‘directito’ a la herida del ego.
El algoritmo
Nuestra percepción del mundo se basa en un algoritmo. Este crea universos controlados según los gustos, los deseos, los sueños del usuario, mostrando una microcomunidad de personas que tienen todo eso que tú desearías. Estoy segura de que el objetivo de quienes lo crearon no era formar un ejército de personas deprimidas e inconformes, sino brindarles el contenido que les gusta. Y tal vez, el algoritmo no es el culpable, pero sí nosotros mismos que le tenemos miedo a lo real, a lo vulnerable, a lo no ‘tan bueno’, creando un mundo perfecto, una realidad alterna en la que solo compartimos lo que nos pueden envidiar. Esto, emocional y mentalmente fuertes o no, distorsiona nuestra percepción y nos ha hecho creer que un like va a curar nuestras depresiones hormonales (o la del tipo que sea).
La irrealidad detrás
Es algo irónico porque, me considero una persona bastante inteligente y sensata que sabe que lo que vemos en Instagram es solo una diminuta fracción de la realidad y hasta cierto punto, una ilusión óptica. Pero es difícil ver claro cuando lo único que ves todos los días es un recordatorio de lo que te falta y que, al parecer, los demás sí pueden tener: “¿por qué ellos sí y yo no?” En un mindset tan negativo como en el que yo estaba, es fácil caer en la visión de la carencia y esto opaca todo lo que sí tienes, sin importar lo increíble que sea. Lógicamente, te impide sentir algún tipo de agradecimiento, dejando todas tus bendiciones viviendo en el olvido, mientras una crema con empaque bonito y una cara hecha a la medida te intentan convencer de que son lo único que necesitas para sentirte vista, hermosa y suficiente, una vez más, el algoritmo gana.
Voy a darles más contexto: soy una mujer a punto de cumplir 30 años y me dedico al mundo de beauty. Como, respiro y sueño con productos de belleza, hago dinero de eso. Conozco todos los procedimientos estéticos, he probado muchos y he experimentado la gratificación inmediata que te puede dar un relleno de ácido hialurónico. Conozco todos los tratamientos a los que las influencers se someten para verse como los ídolos del momento: las Kardashian y las Hadid. Sé perfecto cuánto cuesta ser algo que, inevitablemente, va a pasar de moda y que al igual que la gratificación inmediata y temporal de un filler, va a dejar de ser suficiente.
Estereotipos
No me gusta generalizar, y sé que no todos quieren verse así, por lo que es importante que reconozca que sí, hoy ya hay muchísima diversidad en los estereotipos de belleza. Sin embargo, la necesidad de cambiar algo sobre nosotros para cumplirlos sigue ahí y el algoritmo nos lo recalca cada vez que puede. Justo por eso no es sorpresa que seamos adictos a los filtros de Instagram que nos operan la nariz y aumentan el tamaño de los labios. Y menos sorprende que la autoridad más importante de los estándares de publicidad de una potencia mundial como el Reino Unido haya prohibido a las influencers el utilizar ‘beauty filters’ engañosos a principios del año, pues la cantidad de personas acudiendo al cirujano a pedir que las dejen como el filtro es preocupante.
Ahora, no me tomen a mal, yo estoy en pro de que todos nos hagamos los procedimientos de belleza que creamos necesarios para sentirnos empoderados. Hay una cita de una de mis películas favoritas de Pedro Almodóvar, Todo sobre mi madre, en la que el personaje de Agrado dice que “una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”, al hablar de todas las cirugías estéticas que se ha hecho a lo largo de su vida. Y estoy completamente de acuerdo. El problema surge cuando no sabes qué es lo que soñaste de ti mismo. Cuando creías saberlo, pero un día te das cuenta de que es una historia que le cuentas a los demás para ocultar tus inseguridades o tus verdaderos deseos. Cuando viene una pandemia y lo cambia todo. Cuando los estereotipos de belleza que nos muestra el algoritmo de Instagram evolucionan constantemente y distorsionan esa idea del ‘deber ser’ que no se parece nada a ti.
La realidad
Pero Nat, ¿por qué no mejor solo fuiste a un psicólogo y ya? Pues sí lo hice, pero a veces, tienes que hacer cosas por ti que no tienen mucho sentido para otros. Borré mis redes sociales porque en ese momento creí que tenía que hacerlo y aquí les va lo que he observado en el rato que llevo social media free. Al verme tal y como soy sin distractores sociales, he ido recordando poco a poco quién soy en realidad. He regresado a las cosas que amo hacer por mí y no por las stories que voy a publicar para que los demás digan “que cool es Nat”. El tiempo que ahora me sobra (porque wow, cuánto desperdiciamos ahí dentro) me ha servido para alumbrar lo que había dejado en la sombra: mi vida real y esas partes de mí que necesitan sanar. Se requiere mucha fuerza mental para ser real, auténtico y vulnerable; para ser tú mismo.
Lo más chistoso es que la gente me escribe para decirme que me extraña, como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra. Pero yo sigo aquí, más viva y presente que nunca, enfrentándome a mi vida, y a la vez conectando y compartiendo con los que más me importan en carne y hueso. Aprendiendo a agradecer, porque sí se puede. Y por lo menos ahorita, eso es suficiente para mí.
¿Regresaré algún día? Solo el tiempo lo dirá. Lo que sí sé es que, si regreso, lo haré segura de lo que YO sueño de mí misma, agradecida de lo que tengo y lo que está por venir para mí, tanto que la felicidad y la belleza de otros ya no me lastime y que pueda apreciarla, sabiendo que yo disfruto de mi propia versión todos los días. Una que va más allá de lo visible.•

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